Enfrentar una deuda impaga no solo genera ansiedad. También puede acarrear intereses elevados, gastos de cobranza y registros negativos en plataformas como DICOM. Ante este escenario, una opción común que ofrecen las instituciones financieras es repactar. Pero ¿realmente conviene aceptar la operación?
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La repactación es un nuevo acuerdo que establece condiciones distintas a las originales del crédito. Por lo general, busca facilitar el cumplimiento del pago, extendiendo los plazos, bajando el monto de las cuotas o aplicando otras condiciones. Esta solución puede ser beneficiosa para quienes ya no pueden asumir sus compromisos mensuales.
¿Es bueno repactar tu responsabilidad?
No obstante, es crucial comprender que repactar tiene un costo. Al extender el plazo de pago, se suman intereses adicionales. La deuda final puede terminar siendo mucho más alta que la original. Además, algunos contratos incorporan gastos de cobranza o comisiones poco visibles que encarecen aún más la operación.
Pese a ello, en ciertos casos la repactación puede ser útil.
- Si los pagos mensuales actuales son insostenibles y este nuevo acuerdo permite reorganizar el presupuesto familiar.
- También puede evitar demandas judiciales o embargos, que complicarían aún más la situación financiera.
Por eso, antes de repactar, se recomienda evaluar detalladamente las condiciones ofrecidas. Comparar el valor total de la nueva deuda versus la original. Y preguntar si los intereses se mantienen bajo la Tasa Máxima Convencional establecida por ley. Además, es clave exigir que se respeten los nuevos plazos acordados.
En resumen: sí, repactar puede ser una salida viable, pero no es una decisión que deba tomarse a la ligera. Es indispensable entender las implicancias y asegurarse de que el acuerdo esté dentro de lo que realmente se puede pagar.
Nuestro equipo de especialistas puede ayudarte a revisar tu caso y encontrar la mejor estrategia para que recuperes tu tranquilidad.
