El Crédito con Aval del Estado (CAE) ha permitido a miles de estudiantes acceder a la educación superior. Pero cuando llega el momento de pagarlo, muchas personas se enfrentan a una realidad compleja: las cuotas se acumulan, los ingresos no alcanzan y el fantasma de la deuda crece día a día.

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Dejar de pagar el CAE no es una decisión sin consecuencias

A los pocos meses de mora, los bancos comienzan a ejercer acciones de cobranza. Primero son llamados telefónicos. Luego, correos insistentes. Si la deuda persiste, viene el proceso judicial. Y ahí, el problema se vuelve mayor. Porque ya no es solo una deuda académica, sino una obligación legal.

La persona puede ser demandada, pueden embargarle bienes.
E incluso pueden retenerle la devolución de impuestos.

El Estado, que actúa como aval en este crédito, puede pagarle al banco. Pero eso no es gratis. La deuda pasa entonces a la Tesorería General de la República. Y ese nuevo acreedor sí tiene herramientas potentes: cobra con intereses fiscales, retiene beneficios estatales y ejecuta judicialmente las obligaciones. Para muchos, eso significa años sin poder acceder a créditos, arrendar un lugar, o iniciar una vida financiera saludable.

Además, los intereses aumentan mes a mes. Lo que partió siendo una cuota de $40.000 puede transformarse en una deuda millonaria. Con informes en DICOM y sin opciones reales de reprogramación. Porque muchas veces, la única manera de resolver esta carga es con ayuda especializada.

Crédito con Aval del Estado (CAE) impago: Las consecuencias que todo deudor debe conocer

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