Hablar de deudas dentro del matrimonio no es cómodo, sin embargo, es una realidad frecuente en el país. Muchas parejas descubren el problema cuando aparece una cobranza, un embargo o una notificación judicial. En ese momento surge la gran pregunta: ¿las deudas son de uno o de ambos?
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La respuesta no es única. Todo depende del régimen patrimonial bajo el cual se contrajo matrimonio. Un detalle legal que, en la práctica, puede cambiar por completo el impacto de una deuda.
Tres opciones de matrimonio: tres formas de cobranza
En la sociedad conyugal, el régimen más común, existe un patrimonio compartido.
Esto significa que muchas de las deudas adquiridas durante el matrimonio pueden pagarse con bienes comunes. No importa siempre quién firmó el crédito. Si la obligación se contrajo para el hogar o durante la vida en común, el riesgo es compartido. Incluso, un embargo puede recaer sobre bienes que ambos consideran propios.
La separación de bienes, en cambio, funciona de manera distinta.
Cada cónyuge mantiene su patrimonio y responde solo por sus deudas. Aquí, el problema financiero de uno no debería afectar al otro. Es el régimen que ofrece mayor protección frente a cobranzas y acciones judiciales.
Existe también la participación en los gananciales, menos utilizada.
Durante el matrimonio, cada uno responde por lo suyo. Solo al término del vínculo se revisan las ganancias obtenidas, sin que ello implique heredar deudas.
Un punto clave es el embargo. Cuando hay deudas impagas, el cónyuge no deudor puede verse involucrado, especialmente en sociedad conyugal. Por eso, contar con asesoría legal oportuna es fundamental para defender derechos y bienes.
Las deudas no desaparecen con el divorcio; los acreedores siguen cobrando. Por eso, informarse, actuar a tiempo y buscar orientación especializada puede marcar la diferencia. En materia de deudas, prevenir y defenderse es tan importante como pagar.
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