El leasing se ha convertido en una herramienta financiera muy utilizada por empresas y personas que buscan acceder a bienes sin comprarlos de inmediato.
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Se trata de un contrato de arrendamiento con opción de compra. A través de él, una entidad financiera entrega el uso de un bien —como un vehículo o una maquinaria— a cambio del pago de cuotas periódicas. Al finalizar el plazo, el arrendatario puede devolverlo o adquirirlo pagando un monto residual.
¿Es el leasing realmente conveniente?
Sí, a simple vista, parece una opción atractiva. Permite utilizar un bien de alto costo sin hacer una inversión inicial importante. Además, puede traer ventajas tributarias, especialmente para las empresas que declaran impuestos bajo ciertas modalidades.
Sin embargo, no todo es tan simple como parece. Este tipo de financiamiento también puede generar riesgos financieros si no se analiza con detenimiento antes de firmar.
Uno de los mayores riesgos es el sobreendeudamiento. Las cuotas del leasing suelen ser elevadas y, si no se calculan bien los ingresos futuros, pueden afectar la estabilidad económica del arrendatario.
Otro peligro está en las cláusulas del contrato, que muchas veces imponen penalidades en caso de término anticipado o incumplimiento. Si el deudor deja de pagar, puede perder el bien y aún así quedar con deudas pendientes.
También es importante considerar que el bien no pertenece al arrendatario mientras dure el contrato. Esto significa que no puede venderlo ni usarlo como garantía.
Por eso, antes de optar por el leasing, conviene comparar con otras alternativas, como un crédito tradicional o un financiamiento directo del proveedor.
¡Con cuidado!
En definitiva, el leasing puede ser una opción útil si se usa con responsabilidad. Pero mal gestionado, puede transformarse en una carga más dentro del panorama de las deudas.
Nuestro equipo de especialistas puede ayudarte a revisar tu caso y encontrar la mejor estrategia para que recuperes tu tranquilidad.
