El codeudor solidario –llamado así por la ley civil y conocido como aval de forma popular– es quien compromete su patrimonio personal para garantizar o caucionar una o más obligaciones de otra persona. Se trata, sucintamente, de una garantía personal.
TE PODRÍA INTERESAR
- ¿Qué pasa si mis deudas pasan a cobranza judicial?
- Las desventajas de declararse en bancarrota
- Definición de requerimiento de pago: ¿Por qué es tan importante en las deudas?
- Cómo saber si estoy en DICOM de forma gratuita
- ¿Cómo consultar causas y procesos judiciales con nombres y apellidos?
- Libérate de las deudas con abogados expertos: La importancia de la asesoría legal
Junto al patrimonio del deudor, el acreedor puede perseguir el pago de su crédito en el patrimonio de un tercero. Así, se otorga el permiso para demandar a ambos, o al deudor directo o al aval, por el total de la deuda. Así, el aval puede ser demandado por el total de la deuda, sin que pueda oponerse.
Extinguida la deuda por el aval, la ley le permite dirigirse contra el deudor directo.
¿Qué responsabilidades conlleva ser aval de un tercero?
Firmar como avalista parece un acto de confianza, pero puede convertirse en un gran riesgo financiero. Al aceptar ser codeudor, una persona asume la responsabilidad total de una deuda ajena. Si el deudor principal no paga, el acreedor puede exigir el pago inmediato al avalista, sin necesidad de agotar otras instancias.
Esta figura está regulada por la Ley 18.092 y el Código de Comercio. En muchos casos, el aval es solidario, lo que significa que el banco o el prestamista puede perseguir directamente al avalista, sin necesidad de intentar cobrar primero al deudor original. En términos simples, al firmar como tal, se pone en juego el propio patrimonio sin ninguna garantía de que el deudor cumplirá su parte.
Otro riesgo es el impacto en la solvencia del avalista. Aunque la persona no sea la beneficiaria del crédito, su firma como aval se considera un compromiso financiero. Esto puede afectar su acceso a préstamos y otros productos bancarios, ya que las instituciones consideran ese aval como una deuda potencial.
En caso de incumplimiento, el avalista puede terminar en Dicom, con consecuencias graves para su historial financiero.
Si el avalista es forzado a pagar la deuda, tiene derecho a exigir el reembolso al deudor original. Sin embargo, esto rara vez es sencillo. En muchos casos, el deudor no tiene bienes para responder o simplemente desaparece, dejando al avalista con una carga económica difícil de afrontar.
¡Piénsalo dos veces!
Por todo lo mencionado es fundamental analizar cada situación antes de aceptar ser aval. Evaluar la solvencia del deudor, negociar límites claros en la responsabilidad y buscar asesoría legal pueden ser medidas clave para evitar problemas mayores.
Lo cierto es que firmar como aval puede ser una decisión peligrosa, con más riesgos que beneficios.
Nuestro equipo de especialistas puede ayudarte a revisar tu caso y encontrar la mejor estrategia para que recuperes tu tranquilidad.